Pia va a contarnos varias complicaciones que experimenta el aspirante a estudiar moda o trabajar en la industria.¿Es tu caso? Lee la visión de Pia. Después de haber vivido ella misma la experiencia del rechazo, hoy trabaja en lo que ama y parece que el futuro le guiña a su pasión.
No fue esta la reacción de mis padres al enterarse de mi nuevo rumbo, porque en el momento que lo decidí y logré concretarlo ya estaba por culminar una carrera como docente de Sociología. Pero me surge la duda de cuál hubiera sido su reacción de no haber sido así. Quiero pensar, imaginar y creer que hubiera sido positiva, lleno de incertidumbres, claro. En mi casa siempre se impulsó estudiar y progresar, por esto es que al terminar mi bachillerato no tuve otra opción que comenzar una carrera terciaria.
Los padres siempre van a querer que su hijo aspire al éxito, a la estabilidad laboral y una situación económica sin complicaciones. Aunque la realidad del diseñador de moda en Latinoamérica, a ojos de nuestra sociedad, se encuentra muy lejos de eso. Por esto, hoy intento comprender por qué se desatan ciertas alarmas en nuestro interior cuando alguien nos comenta su ideal de cursar la formación en moda.
Elegir estudiar moda tiene varios factores en contra: es una carrera costosa, relativamente nueva, que además conlleva mucho esfuerzo lograr inserción laboral. Y con suerte se le llama carrera. Como consejo siempre se nos sugiere tener otras opciones de “carreras reales” para dejarla de lado como segunda opción. ¿Has visto cómo las instituciones buscan llamar a la formación con nombres como ingeniería en diseño textil o diseñador industrial con opción a textiles? Huyen de ser relacionadas a la “banalidad” de la moda para luego concentrar el plan de estudios en diseño de vestuario, historia de la moda y conceptualización del diseño. Como si estudiar moda fuera un tabú.
En mi caso no me dejé influenciar por comentarios externos, pero este sí es el caso de muchos aspirantes a ser diseñadores. Aspirantes en el sentido entero de la palabra, individuos que pretenden lograr un sueño, pero quedan en el camino.
Me apasiona la moda desde que tengo uso de razón. Mi infancia fue una explosión total y constante creatividad por parte de mi madre. Siempre le cuestioné por qué nunca un deporte o un instrumento, hoy lo entiendo y se lo agradezco. No sabía cómo iba a entrar al mundo de la moda, confiaba en que iba a lograrlo (eso seguro) y sabía cómo no quería lograrlo. Pensaba cómo estudiar moda, la carrera de diseño de modas, a nivel social significa pasar horas creando moldes y sentada con una máquina de coser. Este de todos los caminos posibles no era el mío, al igual que con las carreras de diseño. No lo digo desprestigiando una profesión tan hermosa y necesaria, pero sabía que mi ansiedad no me permitía estar mucho rato en un mismo proyecto, mucho menos quieta. Descarté la escuela de diseño de modas. En mi experiencia fue fundamental aprender sobre el mundo de la moda y analizar sus infinitas ramificaciones, una más interesante que la otra. Comprendí entonces que querer estar lejos de una máquina de coser no está mal.
Basta con analizar un poco la historia de la humanidad para entender el poder e importancia de la vestimenta para nuestras sociedades. El uso de la vestimenta es una acción social, transmite personalidad, habla del género y sobre todo transmite ideología y pensamientos. Varios son los grandes pensadores que incluyen la moda y el estilo en sus teorías sociales. Marx, Spencer, Bourdieu, Bauman, Foucault, para nombrar algunos. La vestimenta para las sociedades ha sido fundamental en su evolución y supervivencia, además de ser sinónimo de identidad. En las capitales de la moda como París, Madrid, Nueva York y Japón hablar de moda es hablar de cultura e identidad, no es un tema que cualquiera toca y siente libertad para opinar.
Lamentablemente no existe un valor concedido al proceso creativo de un diseñador, o a la investigación detrás de cada colección. A nivel social vemos desprestigio y desvalorización de las carreras o profesiones artísticas. La realidad a nivel de Latinoamérica a la hora de elegir formarse en moda es que siempre es un tema controversial y complicado, pues no acostumbramos valorar lo propio. No existe cultura de moda, no conocer a los diseñadores locales y que existan pocos medios que los promocionen y promuevan es un fenómeno desalentador.
El periodismo especializado en moda tampoco tiene su lugar en el mercado, pues en base a los prejuicios existentes no solo no se enseña, tampoco se nota interés por publicarlo. Toca saturar nuestro mercado con creatividad y diferentes maneras de vivir y apreciar la moda.
Hablar de estudiar moda es trabajar en arte, diseño y negocios. De a poco la formación se va nutriendo y construyendo como un estudio complejo. Es una formación conceptual, con grandes exigencias en el plano de la investigación, profundización y fundamentación crítica a la hora de describir los procesos creativos detrás de una temática seleccionada. La historia, la epistemología y la sociología son algunas de las ciencias detrás de su entendimiento. Así pues, al necesitarse tantas ciencias sociales para poder hacer un análisis crítico de la industria, es injusto que no se valore como merece.
Moda y belleza se asocian al espectáculo, a los famosos “perfectos”, a cuerpos hegemónicos, que atentan contra la salud. Es fundamental derribar estos prejuicios para poder apoyar, impulsar e insistir en este maravilloso mundo creativo.
El apoyo por parte de la familia es crucial hoy ante cualquier formación académica, pero se resiente en situaciones así, donde el entorno externo ya es desalentador. Hay que tener en cuenta como crece orgánicamente el interés por la moda a nivel mundial. Gracias a la globalización de los medios de comunicación estamos recibiendo información en tiempo real. Las redes sociales son plataformas activas que nos permiten acceso virtual e interacción con las colecciones, desfiles, entrevistas o lanzamientos de grandes marcas o diseñadores destacados desde cualquier punto del mundo. La industria se hace cada día más grande.
Cualquier carrera u oficio es rentable si le pones todo de ti y es lo que te hace feliz. Todo se reduce a nosotros, a nuestra voluntad, ganas, paciencia y perseverancia. Debes llenarte de autoconocimiento, cuestionarte quién eres, qué es lo que realmente te apasiona y descubrir qué es lo que quieres para tu vida. Después sólo queda idear un plan y atraer todo lo que anhelas. Basta de actividades que no te llenan, solo pensando en lograr una estabilidad laboral. Si me hubiera dejado influenciar y condicionar en su momento por los comentarios de otros tampoco tendría hoy a mi nombre un bello título de docente del cual estoy muy orgullosa. “No te sientes capaz de mucho más que dar clases” me dijeron un día mientras yo contaba muy entusiasmada mi futura carrera. Tres años después, en mi primera elección de horas para trabajar en una institución una “colega”, de la misma asignatura me susurro al oído “qué mala decisión tomaste en estudiar esto nena”.
Creo y promuevo que hay que estar en constante búsqueda e intentar hacer lo que nos hace feliz, en todo plano de nuestras vidas. La vida es hoy, no hay que rebelarse contra nadie, sino simplemente ser uno mismo. No fue fácil para mí aprender a hacer valer mi felicidad, salud mental y sueños. Día a día intento ser lo más fiel a mí misma posible, y me llena de orgullo. Agradezco mi proceso de crecimiento personal y profesional, confío en los tiempos, agradezco tener voz propia y poder comunicar mi proceso en busca de impulsar siempre a otros. Hay que unirse y crear la posibilidad de tener creaciones propias e identidad de diseño en el país y la región.
En la industria de la moda hay constante creatividad y innovación además de la intuición…
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